Ya pasó lo peor, y para ser las 3 de la madrugada me encuentro extrañamente lúcida y mis pensamientos de estos últimos días parecen surgir a borbotones...
¿Debería hacerlos callar? Incluso si son pensamientos positivos, ¿debería dejar la mente en blanco? No lo tengo muy claro.
Estos últimos días, me he dado cuenta de que he vuelto a ser yo, y me esta costando mucho trabajo no definirme porque siempre lo he hecho. Ahora me doy cuenta de que ese no es el camino correcto, y que en realidad no es que haya vuelto a ser yo, sino que ahora soy la yo de antes y la de ahora a la vez. Todos estamos en continuo cambio, y la vida tiene una manera muy irónica de hacérnoslo saber: hacernos pasar por situaciones desagradables, hacernos sufrir dolor y sufrimiento...todo para transformarnos en aquello que subconscientemente queremos ser.
Pues una vez más mil gracias, porque ahora soy otra persona diferente sobre todo mucho más libre de cargas...
Nos empeeñamos en cargar con cosas que en realidad no necesitamos...Y con esto no estoy diciendo que vaya a irme a vivir al campo a cuidar vacas, plantar un huerto y huir del mundanal ruido...eso sería un extremismo poco propio de mí en este momento.
Solo digo que cargamos con emociones y hábitos que surgen de nuestro pasado y que en nada nos benefician, emociones que vienen de recuerdos dolorosos, de heridas sin cerrar, del dolor que en algun momento de nuestra vida nos ha sido inflingido.
Creemos que las herramientas que nos han sido útiles hasta ahora nos servirán para siempre, pero hasta los artesanos necesitan reparar sus herramientas de vez en cuando para hacer mejores creaciones.
Desde que somos niños, ya sea por nuestro carácter (dicese de la parte heredada de nuestra personalidad), por los diferentes ambientes en que nos movemos, la manera en que nos han educado y las personas con las que vamos interaccionando, tendemos a aprender distintos patrones de comportamiento y a repetirlos hasta la saciedad.
Los patrones de comportamiento son las diferentes herramientas de las que disponemos para enfrentarnos a las situaciones que se nos presentan, y que tienden a repetirse en el tiempo y a formar parte de nuestra manera habitual de interaccionar con el mundo que nos rodea.
Por ejemplo, un niño que ha sido objeto de burlas por su manera de ser puede afrontarlas de algunas maneras: evitando el conflicto huyendo, encarándose ante sus agresores psicológicos o bien guardando esa agresividad contenida para personas más cercanas.
De esta manera, el niño aprende un patrón de comportamiento que de poco le servirá en su vida adulta cuando tenga que hacerse cargo de si mismo. Es decir, si ha aprendido a huir, cada vez que alguien le ataque huirá, y se pasará toda la vida huyendo de los conflictos en vez de aprender a manejarlos de manera pacífica y resolutiva. Si ha aprendido a encararse, jamás sabrá aceptar una crítica en vez de asumir que no es el único que tiene voz y voto. Si ha aprendido a a guardarse la agresividad se convertirá en un acosador psicológico para con sus allegados en vez de hablar con ellos de sus problemas de manera sincera y tranquila.
Y esto puede funcionar de igual manera con la educación que nos dan nuestros padres, de los cuales aprendemos la mayor parte de nuestros patrones de comportamiento. Por ejemplo, si nuestros padres nos han enseñado que debemos ser buenos con todo el mundo y poner la otra mejilla, cuando lleguemos a la edad adulta nos convertiremos en "felpudos" donde quien quiera podrá pisar, en vez de ser buenas personas y al mismo tiempo respetarnos a nosotros mismos lo suficiente para no dejarnos "pisar".
Suena bastante determinista, pero no lo es en absoluto, porque tenemos el poder de cambiarnos a nosotros mismos y nuestros esquemas de comportamiento ya inútiles por otros nuevos y adaptados a nuestra situación actual. Y puesto que la vida cambia los patrones de comportamiento siempre deberían estar adaptados a lo que nos toca vivir, y no a lo que nos ha tocado vivir hasta ahora.
Y no es que nuestros padres nos hayan educado mal, no es que estuviese mal que ese niño huyese en vez de enfrentarse, pero esas herramientas ya no nos sirven, hay que buscar otras nuevas, y ahora que somos adultos podemos hacerlo, porque es ahora cuando tenemos las riendas de nuestra propia vida.
Y es que para aprender algo, hay que desaprender otras cosas primero. Si queremos aprender a ser más comunicativos, debemos desaprender el hábito de hablar a gritos, si queremos aprender a que nos respeten, debemos desaprender nuestra dependencia de los demás para sentirnos bien y empezar por sentir tanto respeto por nosotros mismos como el que deseamos obtener de los demás. Si queremos aprender a estar más relajados y a fluir, tenemos que desaprender esa absurda manía de vivir más en el futuro que en el presente y no estar siempre previendo lo que va a pasar. Si queremos aprender a ser felices, debemos desaprender eso que muchos padres nos metieron en la cabeza: "La vida no es un camino de rosas", cambiándolo por "La vida es un camino de rosas con espinas".
Cambiemos el "yo soy así" por "yo puedo ser mejor", el "que mala suerte tengo" por " la proxima vez saldrá mejor", el "nada me sale bien" por "volveré a intentarlo", el "mi vida es una mierda" por " mi vida puede ser mejor".
Suena estúpido pero no es facil...porque si no tomamos conciencia de esos pensamientos negativos, de esos patrones de comportamiento erróneos, de esas malas costumbres, es imposible poder cambiarlas. Hay que tener los ojos y oídos del alma bien abiertos para reconocer esos pensamientos, patrones y costumbres cuando aparezcan y en ese preciso momento, cambiarlos por otros mas positivos y adaptados.
Esta es mi lucha...y debería ser la de todo el mundo porque si queremos que nuestro transito por la vida sea agradable la responsabilidad es nuestra...podemos elegir que hacer con lo que nos pasa. Yo he elegido cambiar, aprender, ser mejor...
¿Y tu?