Bienvenidos al primer día del resto de vuestra vida. Mirad a vuestro alrededor, hoy es un nuevo día, una nueva oportunidad para lograr vuestros sueños, y es que cada día es un regalo.
Muchas personas os sentis abrumadas por la rutina, soleis decir: ¡todos los días lo mismo! Y no os dáis cuenta del gran regalo que es estar vivos y poder vivir un día más. Esta lección la aprendí con 9 años, aunque tardé algunos años en comprender realmente aquel conocimiento que había quedado latente en mí.
Durante toda mi vida, experimenté con exagerada empatía el fragil estado de salud de mi padre, pero había algo que me evitaba sentir tristeza o miedo, su sonrisa.
Pasados los años y superado el trauma empecé a entender los porqués de esa maravillosa sonrisa que él siempre lucía en su rostro. Uno era el hecho de tener dos hijas y una mujer que le querían, y por eso se sentía agradecido, y a la vez obligado a dar lo mejor de sí mismo a pesar de los problemas. Otro, el más importante para mí, era la conciencia total de que cualquier día podía ser el último, y que por ello, debía ser vivido como si realmente lo fuera. Y esto fue así hasta su último día, nunca dejo de dar gracias por lo que tenía ni de sonreir y hacer algo nuevo con su tiempo: ya fuese tallar madera para darle hermosas formas o pintar un cuadro que reflejara lo más interno de su corazón, y como no, pasar tiempo con las personas que daban significado a su vida: su familia.
Mi padre era un especialista en algo llamado LA FILOSOFÍA DEL PRESENTE.
En su caso, no tenía otra opción, su modo de vida estaba marcado por su inminente muerte, y prefirió vivir con intensidad a sobrevivir lamentándose.
¿Pero que ocurre con nosotros? ¿Que ocurre con aquellas personas que tenemos salud, un techo, ropa que ponernos, personas que nos quieren? Que nunca lo valoramos lo suficiente y vivimos instalados en la queja, en que las cosas nunca son lo suficientemente buenas, buscando siempre una perfección que no existe, con la consiguiente frustración y tristeza por no ser capaces de controlar nuestro destino.
¿Pero que nos pasa? ¿Y si muriésemos mañana? ¿Os gustaría que os recordasen por ser una persona triste, que no daba nada por los demás porque siempre estaba demasiado preocupada por sus propios problemas? YO DESDE LUEGO ME NIEGO.
Se que existe un miedo generalizado a la muerte, pero es más bien un miedo a no poder hacer las cosas que deseamos en la vida, a que no nos de tiempo a conseguir lo que anhelamos, a dejar asuntos pendientes.
Pues transformemos desde hoy ese miedo, la oportunidad de hacer esas cosas la tenemos todos los días, pensemos en quienes queremos ser, en como queremos ser recordados, y trabajad en ello todos los días que la vida os regala.
Si estais cansados de una rutina que no os lleva a nada, haced cambios: si el trabajo no os deja tiempo para pasadlo con las personas que quereis intentad flexibilizar, o trabajar un poco más en casa en vez de quedaros a hacer horas extras, o simplemente, buscad otro trabajo. Si, parece imposible, pero la única manera de ser imposible es no intentarlo.
No olvideis sonreir, buscad aquellas cosas pequeñas de la vida que normalmente no veis, escuchais o sentis por llevar demasiada prisa. Cuando vayais por la calle observar todo lo que os rodea, si realmente sabeis mirar encontrareis cosas que os harán sonreir.
Mientras andais por la calle mirad a todos los escaparates, tened en mente a esas personas especiales que alimentan vuestro corazón, y tened algun detalle con ellos de vez en cuando, los regalos son siempre mejores en días no señalados e inesperados.
Cuando vayais a comprar al supermercado, intentad alguna que otra vez algo que nunca os atreveis a comprar porque engorda, o porque es demasiado caro, y disfrutarlo un día cualquiera, solos o en compañía, saboreando lentamente cada bocado.
Seguro que a vosotros se os ocurrirán más cosas para cambiar vuestro rutinario presente, solo debeis seguir a vuestro corazón y pasar por encima del miedo a equivocaros. Cada día puede ser especial, pero sois vosotros quienes debeis hacerlo posible, la llave está en vuestro corazón, en seguir siempre sus pasos aunque a veces de miedo, en arriesgarte y equivocarte, para aprender de los errores y ser mejores personas.
Muchas personas os sentis abrumadas por la rutina, soleis decir: ¡todos los días lo mismo! Y no os dáis cuenta del gran regalo que es estar vivos y poder vivir un día más. Esta lección la aprendí con 9 años, aunque tardé algunos años en comprender realmente aquel conocimiento que había quedado latente en mí.
Durante toda mi vida, experimenté con exagerada empatía el fragil estado de salud de mi padre, pero había algo que me evitaba sentir tristeza o miedo, su sonrisa.
Pasados los años y superado el trauma empecé a entender los porqués de esa maravillosa sonrisa que él siempre lucía en su rostro. Uno era el hecho de tener dos hijas y una mujer que le querían, y por eso se sentía agradecido, y a la vez obligado a dar lo mejor de sí mismo a pesar de los problemas. Otro, el más importante para mí, era la conciencia total de que cualquier día podía ser el último, y que por ello, debía ser vivido como si realmente lo fuera. Y esto fue así hasta su último día, nunca dejo de dar gracias por lo que tenía ni de sonreir y hacer algo nuevo con su tiempo: ya fuese tallar madera para darle hermosas formas o pintar un cuadro que reflejara lo más interno de su corazón, y como no, pasar tiempo con las personas que daban significado a su vida: su familia.
Mi padre era un especialista en algo llamado LA FILOSOFÍA DEL PRESENTE.
En su caso, no tenía otra opción, su modo de vida estaba marcado por su inminente muerte, y prefirió vivir con intensidad a sobrevivir lamentándose.
¿Pero que ocurre con nosotros? ¿Que ocurre con aquellas personas que tenemos salud, un techo, ropa que ponernos, personas que nos quieren? Que nunca lo valoramos lo suficiente y vivimos instalados en la queja, en que las cosas nunca son lo suficientemente buenas, buscando siempre una perfección que no existe, con la consiguiente frustración y tristeza por no ser capaces de controlar nuestro destino.
¿Pero que nos pasa? ¿Y si muriésemos mañana? ¿Os gustaría que os recordasen por ser una persona triste, que no daba nada por los demás porque siempre estaba demasiado preocupada por sus propios problemas? YO DESDE LUEGO ME NIEGO.
Se que existe un miedo generalizado a la muerte, pero es más bien un miedo a no poder hacer las cosas que deseamos en la vida, a que no nos de tiempo a conseguir lo que anhelamos, a dejar asuntos pendientes.
Pues transformemos desde hoy ese miedo, la oportunidad de hacer esas cosas la tenemos todos los días, pensemos en quienes queremos ser, en como queremos ser recordados, y trabajad en ello todos los días que la vida os regala.
Si estais cansados de una rutina que no os lleva a nada, haced cambios: si el trabajo no os deja tiempo para pasadlo con las personas que quereis intentad flexibilizar, o trabajar un poco más en casa en vez de quedaros a hacer horas extras, o simplemente, buscad otro trabajo. Si, parece imposible, pero la única manera de ser imposible es no intentarlo.
No olvideis sonreir, buscad aquellas cosas pequeñas de la vida que normalmente no veis, escuchais o sentis por llevar demasiada prisa. Cuando vayais por la calle observar todo lo que os rodea, si realmente sabeis mirar encontrareis cosas que os harán sonreir.
Mientras andais por la calle mirad a todos los escaparates, tened en mente a esas personas especiales que alimentan vuestro corazón, y tened algun detalle con ellos de vez en cuando, los regalos son siempre mejores en días no señalados e inesperados.
Cuando vayais a comprar al supermercado, intentad alguna que otra vez algo que nunca os atreveis a comprar porque engorda, o porque es demasiado caro, y disfrutarlo un día cualquiera, solos o en compañía, saboreando lentamente cada bocado.
Seguro que a vosotros se os ocurrirán más cosas para cambiar vuestro rutinario presente, solo debeis seguir a vuestro corazón y pasar por encima del miedo a equivocaros. Cada día puede ser especial, pero sois vosotros quienes debeis hacerlo posible, la llave está en vuestro corazón, en seguir siempre sus pasos aunque a veces de miedo, en arriesgarte y equivocarte, para aprender de los errores y ser mejores personas.
ESTA VEZ SABEMOS QUE JUNTOS PODEMOS ESTAR EN PIE, TENEMOS EL PODER PARA SER PODEROSOS, CREYENDO QUE PODEMOS HACERLO MEJOR.
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